jueves, mayo 24, 2018

Esteban Fernández: LOS INOCENTES

LOS INOCENTES

 

Por Esteban Fernández
24 de mayo de 2018


Soy de la firme creencia que Fidel Castro, a la hora de adueñarse de Cuba, hizo muchas cosas innecesarias.

Entiendo que se fajara con los norteamericanos y con la Iglesia católica. Eran dos enormes obstáculos que se le interponían a su gestión hegemónica.

Inclusive hasta barrer del mapa a todos los que nos opusimos beligerantemente lo entiendo. Nos lanzamos a evitar que él se cogiera a Cuba y nos pulverizó.

Ahora bien, por qué tuvo que dañar a tanta gente inocente que ningún daño le habían hecho ni intentaban hacerle.

¿A quá viene esa hija de putada de hasta quitarle un puesto de vender fritas a su legítimo dueño? Personas buenas y decentes que jamás habían pisado una jefatura de policías, ni habían cometido el más leve de los delitos, que nunca habían visto por dentro un calabozo, lanzarlos a cumplir largas condenas en infrahumanas condiciones. Hasta por católicos o Testigos de Jehová.

Miles y miles de niños, algunos hasta recién nacidos, que se vieron obligados a abandonar a su país de origen. Solos en alma.

Compatriotas que se habían pasado 30 y 40 años trabajando de sol a sol, levantado un negocio y viene este desmadrado e injustamente se los intervino.

Ni un solo gesto de compasión, ni un solo caso de decirle a un hombre honrado: “No, chico, no te preocupes, todas tus propiedades son bien habidas y nosotros no vamos a quitártelas”.

¿Usted se enteró de un solo caso donde un matrimonio decente, correcto, con unos hijos chiquitos, tratando de abandonar el país y que los representantes del régimen les hayan pedido que se queden, que los van a tratar bien, y que nadie los va a tocar ni con el pétalo de una flor? No hubo misericordia alguna.

No, nada de eso, a rajatabla, a destruirlo todo, gritos de ¡que se vayan los gusanos! Y en realidad no eran “gusanos” eran gente buena y del comercio.

¿Qué necesidad había de llamarles lumpen, vende patrias, traidores, curas falangistas, niños bitongos a damas, caballeros, profesionales, artistas y deportistas que nada malo habían hecho?

¿Ustedes le han encontrado alguna justificación a acabar con Habana, Almendares, Cienfuegos y Marianao, con todos los buenos programas televisivos, con todos los productos nacionales, y hasta quitarles los nombres a las calles, a los ingenios, y hasta cambiar la geografía e historia cubana?

En realidad, si Fidel Castro hubiera implantado una dictadura igual a la de Batista, hubiéramos sido mucho menos los exiliados. Pero este tipo no quería una dictablanda sino pulverizar a la nación cubana y a sus ciudadanos decentes y laboriosos. Innecesariamente, según yo.

¿Por qué tuvo que acabar con la comida, con la ropa, con el calzado, con la televisión entretenida, con las películas de estreno, con la unidad nacional y familiar, con la política y con los Partidos Políticos.

En otras palabras: para ser hijo de puta no era necesario ¡SER TAN HIJO DE PUTA!