martes, agosto 22, 2017

Félix Luis Viera: «El relevo no fallará». Lemas han existido en Cuba, cuyos contenidos jamás fue posible convertirlos en realidad


«El relevo no fallará»

Lemas han existido en Cuba, cuyos contenidos jamás fue posible convertirlos en realidad

Por Félix Luis Viera
Miami
22/08/2017

Las consignas establecidas por la Revolución cubana, desde sus inicios, expresan una retórica realmente cursi; independientemente de que algunas, al ser aplicadas a ciertos segmentos de la población, han resultado en verdad crueles.

A principios de la década de 1960 podía leerse en establecimientos “nacionalizados” algo así como “El cliente siempre tiene la razón; siempre que no critique a la Revolución”. Otra “hermosa” de aquellos tiempos, que aparecía principalmente en los eventos y organizaciones juveniles era: “Hay generaciones que son combustible”.

En ciertas unidades militares rezaba: “Si el enemigo madruga, nosotros no dormimos”.

Lemas han existido cuyos contenidos jamás fue posible convertirlos en realidad. Por ejemplo: “La reforma agraria va” o “Los 10 millones van”. En el primer caso solo se alcanzó un parche sobre otro parche sobre otro más para que finalmente, y hasta hoy, tanta superficie de los campos cubanos se encuentre tragada por las malas yerbas, de manera que la producción agrícola ni remotamente cubra las necesidades de una población que se halla bajo intensa penuria desde hace más de 25 años. Por otra parte, la producción de los 10 millones de toneladas de azúcar, que llevarían a la Isla hacia el desarrollo definitivo, no pasó de ser otra de las aberraciones de Fidel Castro. Una aberración que requirió esfuerzos baldíos, sacrificios sobrehumanos de legiones de cubanos.

Más que monólogos, Fidel Castro, en público, llevaba a cabo diálogos consigo mismo mediante los cuales retomaba los que ya había anotado en las páginas por las que se guiaba, y ya antes se había expresado en su mente.

Un aparte: únicamente en un paisito de cuarta tienen cabida algo tan corriente como los Comités de Defensa de la Revolución, o los organopónicos como una actividad prioritaria del Estado o la siembra de malanga “chopo” tal una cuestión fundamental para la sociedad.

Lo dicho en el párrafo anterior, creo que podría ser tema para sociólogos y psicólogos sociales.

Si seguimos con lemas y consignas, las hallamos de sumo cinismo como “Cada meta es un punto de partida”. Es decir, cada meta que alcancemos es un punto de partida, que a su vez es un arranque para otra meta... y así hasta el infinito...

En cuanto a las campañas surgidas en Cuba durante los últimos 58 años —el “campañismo” ha resultado uno de los males mayores del comunismo cubano—, clasifica entre las principales, sin duda, “Socialismo o Muerte”. (El chiste consistía en agregar: “valga la redundancia”.) Esta la lanzó Fidel Castro cuando ya estaba completamente seguro de que el socialismo no era factible. Mas él, durante toda su vida, se destacó por ponérselas difícil a sus súbditos.

Por los años en que se propagó la consigna antes citada, el Gobierno asimismo desató una fuerte “ofensiva” para estimular la utilización de la bicicleta, de modo que “nuestro pueblo honrado y trabajador” —esta ha sido una de las maneras del oficialismo para definir a la población de la Isla— aplicó algunas variaciones como “bicicleta o muerte”, “picadillo de soya o muerte”, “tomeguín o muerte”, “pulpeta de macabí o muerte”, “peste a grajo o muerte” —esta por la carencia de desodorante en las tiendas—... y así hasta el sinfín...

“Nuestro pueblo” también ha elaborado, en la clandestinidad, ciertos lemas. Así tenemos que en los primeros años del “Período Especial” —de este modo bautizada por Fidel Castro la época de más penuria en la historia de la Isla—, cuando desapareció además el jabón de baño de las tiendas, se propagó esta: “Consume jabón angolano, échate agua y dale con la mano”.

De las varias consignas establecidas personalmente por el desaparecido mandatario, por ejemplo, en la década de 1980, clasifican entre las más ingenuas “Dos tareas básicas: producción y defensa” y “La jornada laboral es sagrada”.

Solo una mente monolítica, obsesa en grado estelar, puede concebir que el desarrollo o el avance en fin de una sociedad, pueden depender de “dos tareas básicas” que todo lo engloban, sin matices. Por otro lado, “La jornada laboral es sagrada” confirma la improcedencia del socialismo: en los demás modos de producción la jornada laboral es “sagrada” sin que lo proclamen el empleador y el empleado; solo ocurre.

Por aquellas fechas Castro proclamó: “La deuda externa es impagable”. Eso fue terrible. Día y noche por los medios de comunicación de la Isla —todos en la nómina salarial del Gobierno—, sin piedad. Farol de la calle, oscuridad de la casa: se trataba de un asunto que concernía, entre otros, a diversos países latinoamericanos. Energía, saliva sin par dedicó Castro a denunciar, argumentar lo que otros no podrían pagar.

Otra campaña “ejemplar” fue “Cuba, una potencia médica mundial”. Por mucho que el menos informado de los cubanos hiciera saber que para convertirse en “potencia médica” no se trataba solamente de graduar médicos “a propulsión a chorro”, sino que además era imprescindible contar con avanzados equipos para este propósito —preferiblemente concebidos en el país—, así como tecnología de punta y de la más variada, sin olvidar la posesión de muy modernos hospitales... pues solo cuando la pifia era indiscutible, como haciendo mutis, se dejó el tema de lado... Con todo lo que moral y materialmente produjo este nuevo dislate.

No obstante lo antes relacionado, y la larguísima lista que se podría agregar, Fidel Castro continuó recibiendo el apelativo —aún hoy lo recibe— de “Invicto Comandante en Jefe”. La historia universal ha demostrado que quienes endilgan y sustentan definiciones como esta para sus superiores, son los lambiscones —“chicharrones”, “guatacas”, “adulones”, “aguantapatas”— de siempre; quienes con esta manera de actuar tanto mal propinan lo mismo a quienes alaban que a las sociedades donde habitan.

Aproximadamente en la mitad del decenio de 1980, se llevó a cabo el llamado “Proceso de rectificación de errores y tendencias negativas”. Hoy, un poco más de 30 años después, se realiza en la nación cubana una jornada parecida, con el estimado de una mejoría en el nivel de vida... para 2030...

En 1990, en vísperas de la celebración del IV Congreso del Partido Comunista de Cuba, se realizó lo que fue bautizado como “Llamamiento al IV Congreso del Partido”.

Asambleas de funcionarios, trabajadores, artistas, intelectuales desde los más altos niveles hasta la base, abogaban por que cada ciudadano se expresara con total libertad acerca de las que creyeran deficiencias de jefes revolucionarios, de la Revolución misma y en general del funcionamiento del Partido Comunista de Cuba.

Si bien el llamamiento exhortaba a que se expusieran, sin mordaza de ningún tipo —aunque siempre dentro del “marco revolucionario”—, las objeciones que cada cual considerara para con el “proceso revolucionario”, según el anecdotario ocurrieron dos desenlaces fundamentales: 1) La inmensa mayoría de la población participante no realizó señalamiento crítico alguno. Claro, se entiende, por el miedo a represalias posteriores. 2) Los que se atrevieron a criticar unos u otros resultados del socialismo cubano, recibieron “la factura de cobro” en días, meses o años venideros. Sería justo señalar que esto, “la factura de cobro”, contaba con un monto determinado de acuerdo con la crueldad vigente en el estamento en que se desenvolviera el afectado.

No obstante los interminables fiascos, iniquidades, falacias que hubieren visto la luz en los años revolucionarios precedentes, el desaparecido mandatario cubano expresaría en la segunda mitad de la década de 1980: “Vamos por el camino correcto”. Lo cual constituiría otro decir retórico, otra de las frases vacías, facilistas de Fidel Castro; un yerro que quedaría expuesto, letra por letra, en las etapas subsiguientes.

Si observamos los relatos anteriores, hoy, a la luz de casi 60 años, inevitablemente, entre otras, surge la siguiente pregunta: ¿Habrá sido Fidel Castro, solo él, el responsable de tanta repetición de sus tantos errores, del empantanamiento en que sumió al país, de la tremenda inopia material y por tanto moral que desde hace tiempo asola a la isla de Cuba? Enfatizo: ¿solo él?

Bueno... uno de los lemas más gastados a lo largo del ya larguísimo proceso de la Revolución cubana ha sido: “El relevo no fallará”.

La pregunta: ¿cuántos relevos serán necesarios para, en realidad, enmendar el rumbo, tomar el camino de la lógica humana?

Así van las cosas.

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